"A vida é o que fazemos dela. As viagens são os viajantes. O que vemos, não é o que vemos, senão o que somos."
Fernando Pessoa

miércoles, 7 de abril de 2010

Nube

Era un terrón de azúcar entre los dedos del pie, almíbar en las raíces, el sueño más empalagoso que nunca nadie soñó soñar. Pero es que así era.

Nube era bella. Sus pestañas servían de reposo a las cigüeñas, sus mejillas eran pegajosas y su voz de color amarillo claro tirando a celeste.

Ella nunca sabría que guardaba un trébol en su ombligo, ni que las hormigas dormían apacibles con sólo sentir su presencia.

Sí, podría haberlo sabido, sobre todo porque sus alas eran de terciopelo blanco, expresamente traído del otro lado del planeta y, cuando él regaba su jardín, podía verse el arcoiris en sus rodillas.

Pero las semillas que vivían en sus cabellos supieron que nunca verían el sol, ni siquiera una vela. Y los hoyuelos de sus codos se enteraron de que no podrían lucir de morado, ni de naranja, ni de rojo... ni de color berenjena.

Los duendes del bosque han hecho una contra-fiesta y se derraman lágrimas unos a otros para aliviarse del calor (los duendes no tienen glándulas sudoríparas) porque es agosto y los señores del pueblo talaron todos los árboles y el sol lanza rayos implacables, y este año no están seguros de que venga alguna pequeña nube a darles un pequeño respiro.

Y yo no sé qué decirles, porque no puedo asegurarles de que el reciente cambio de hora no haya afectado a las horas. Y el tiempo nunca ha retrocedido de forma inexorable.
Y porque ya lo saben, ellos ya lo saben: que el poderoso sol a veces echa en falta alguna nube.