"A vida é o que fazemos dela. As viagens são os viajantes. O que vemos, não é o que vemos, senão o que somos."
Fernando Pessoa

miércoles, 9 de julio de 2008

Sueño


Ecuador del Puente de Triana. Noche cerrada. Miro el Guadalquivir. La luna parece que se ha caído al río. Estoy sola, pero una voz a mi espalda me pregunta si la luna está creciente o menguante. Es una voz masculina. Discuto con la voz, le explico lo de la C y la D, y la voz habla de una B, pero no de una B de luna sino de una B de plan, y entonces la B se refleja también en el Guadalquivir, una B que no es más que un reflejo, porque no existe de verdad. Me pongo triste.
Me pregunto si todo el planeta está viendo la luna creciente como yo la estoy viendo ahora, pero descubro que sólo la veo creciente en el cielo: en el río está menguando.
Una voz, ahora femenina, me pregunta si el sol y la luna son la misma cosa. Yo quiero responder, pero antes de hacerlo me acuerdo de alguien diciendo que a los bebés hay que hablarles seriamente, y llego a la conclusión de que, entonces, a los adultos hay que hablarles en broma, y no sé qué responderle a la voz.
Pienso que hay pocos paisajes tan bonitos como éste, y comienzo a decir en voz alta: “pienso que hay pocos paisajes tan bonitos como…” pero me doy cuenta de que no hay nadie más en el puente. Quiero hacer una foto y meto la mano en el bolso, pero el bolso se convierte en una bolsa de aseo y sólo encuentro una tableta de chocolate. No me sirve y la dejo en la calle, en medio del puente, hasta que se derrite. Continúo mirando el río, que tiene unas ondas muy extrañas, como si muchas personas hubiesen arrojado piedrecitas, pero no hay personas ni piedrecitas. Esas ondas no son olas, sólo hay olas en el mar. A los ríos hay que aceptarlos tal como son. Ganas tremendas de comer chocolate, busco con la mano en la mochila de cremallera rota y sólo encuentro una cámara de fotos. Quiero inmortalizar la belleza del momento, pero me acuerdo de que a mí no me gusta tomar fotos de paisajes sin gente, así que arrojo el aparato al río.
Entonces, la superficie del agua se llena de globos oculares, un montón de ojos idénticos que flotan y pestañean y se chocan y parece que están bizcos, pero no pueden estar bizcos porque son independientes. Estoy buscando un ojo que se distinga del resto, pero todos me parecen iguales. De pronto, tengo la certeza de que ese ojo diferente está justo debajo del puente, y yo no lo puedo ver, pero lo adivino. Creo que ese ojo, tarde o temprano, tiene que deslizarse hacia el otro lado, así que me dispongo a esperarlo, con los pies colgando sobre el Guadalquivir, a punto de caerme al agua, sentada en un extremo del Puente de Triana, sobre uno de los arcos.

Creo que debería hablar con Freud

4 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

los ojos bizcos significan distintas personas mirando en distintas direcciones, y tú prefieres esperar en el Guadalquivir a que las personas decidan mirar a un solo sitio...

Anónima

Anónimo dijo...

No te caerás al agua si mantienes bien los pies en la tierra. Pero lleva a mano una tabla de surf, por si hay movimientos y tienes que deslizarte.
Y una madre le dijo a su bebé: "Querida Emma, ¿sabes que hay crisis económica en España?"

Alisa dijo...

¿Qué haría yo sin el anónimo este?
El anónimo este no tiene ni idea de lo mucho que se le necesitó en Francia.
Espero que Emma no se haya enterado bien de la crisis. Creo que aún ve elefantes dentro de beas, digo de boas.