"A vida é o que fazemos dela. As viagens são os viajantes. O que vemos, não é o que vemos, senão o que somos."
Fernando Pessoa

domingo, 5 de octubre de 2008

Cristal redondo

« Tu ne vas pas sauter, eh? Non, tu ne vas pas sauter... »

Un hombre mira a través de un cristal. El cristal es redondo y casi de su tamaño. Su tamaño cuando está de pie es proporcional a la habitación en la que se encuentra, aunque la habitación está tan oscura que parece enorme, como una explanada plana y cubierta, es decir, con techo, es decir, que no hace falta paraguas para poder leer en su interior. El hombre mira a través del cristal porque no encuentra el interruptor de la luz. La ventana es redonda, como el cristal. El hombre tiene gafas redondas, y mira el cristal redondo de la ventana a través de las lentes redondas de sus gafas. El hombre tiene barba y está tranquilo, aunque no es tranquilo, y fuma un puro gordo y de negocios. Cada vez que el hombre exhala el humo, un círculo de vaho se forma en el cristal. El hombre tiene ganas de escribir su nombre con el dedo, o de dibujar una espiral, pero su gabardina larga y sus aires de señor calvo y distinguido le impiden dibujar con su cuerpo, y en esto no hay excepciones. Fuera hace frío, el hombre puede ver los techos helados de las iglesias y a la gente que camina rápido, a pesar de que sólo es un sábado temprano en la mañana. El hombre tiene un secreto: no sabe fumar. El hombre aspira con sus labios tocando el extremo del puro, pero el humo que sale sólo se pasea por su boca, colorea sus dientes y vuelve al exterior sin haber pasado por ninguno de sus dos pulmones; por eso, el hombre tiene siempre mal aliento y unos pulmones muy sanos.

El hombre de las gafas entrelaza sus manos en la espalda y juega con sus dedos gordos y blandos y, a pesar de sus pulmones tan sanos, el hombre tiene miedo de caerse por la ventana; no es que el hombre quiera tirarse, pero es que le ventana es demasiado grande para su tamaño, precisamente porque es proporcional.

El hombre sale a tientas de la habitación oscura de la enorme ventana y camina por la calle. El hombre no tiene nada que hacer un sábado temprano en la mañana, aunque tampoco tiene nada que hacer un lunes por la mañana, ni siquiera un miércoles por la mañana.

El hombre camina hacia la estación de tren, pide un café y se sienta en un andén. Durante tres horas y media, el hombre ve pasar a 487 personas. El hombre ve a una chica que se pasea con una sonrisa de izquierda a derecha retorciéndose las manos, y se imagina a quien puede estar esperando durante diecisiete minutos; el hombre ve a una pareja de mediana edad despidiéndose de su hijo, y se da cuenta de que ninguno de los tres fue capaz de decir lo que quería decir; el hombre ve a una mujer bonita con gafas de sol que llora sentada en un banco, y que tampoco tiene prisa, como él; el hombre ve a una mamá que no es capaz de coger a la vez un bebé y una maleta; el hombre ve a una pareja joven con mochilas en la espalda y ojeras felices.

A la salida de la estación, el sol ha salido y el hombre se fuma otro puro.

El hombre pasa por un puente de su ciudad y camina más despacio; el hombre sabe que en los últimos años ha cogido algunos kilos que le pesan en su espalda y en los puentes, y como tiene miedo de forzar las cosas, el hombre prefiere la lentitud en casos como éste. Hay una chica a la mitad del puente que tiene los codos apoyados en la baranda y los ojos cerrados; la chica parece que está respirando el sol, un sol congelado de frío, como hace el hombre cuando huele a alguna comida rica y quiere que el sentido de la vista no entorpezca su sentido del olfato. El hombre la observa durante unos minutos, y la chica no se mueve, ni siquiera le importa la presencia de él, y eso que cada vez está más cerca. El hombre decide hacerse notar:

“Tu ne vas pas sauter, eh, mademoiselle?” “Tu ne vas pas sauter... ”

La chica sonríe y tiene miedo de que el extraño de la barba con gafas quiera saltar desde el puente.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo paso y repaso de tus entradas extrañas en el blog, pero weno, al menos prefiero leer eso que no leerte... aunque sigo esperando un email en el que entienda que es de tu vida... un besito chiquitito!
LA RUBIA

Anónimo dijo...

¡¡¡ Hombre ... por fin has vuelto ¡¡¡
A ver si no te vuelves a ir. Cuéntanos como te va, cuéntanos historias porque el mundo mundial, este mundo en crisis, no es lo mismo con tu blog vacío. Tus fans te lo agradeceran. Por lo menos LA RUBIA y yo, seguro.

Anónimo dijo...

Hacía eones que no pasaba por aquí (you know why).Y creo que menos aun lo haré en el futuro, porque cada vez escribes mejor y la envidia me corroe.

Anónimo dijo...

Me parece que la envidia es un sentimiento muy negativo y desagradable que revuelve lo peor en el ser humano. Quizás deberías sentirte feliz por Alisa mi colega anónimo.