"A vida é o que fazemos dela. As viagens são os viajantes. O que vemos, não é o que vemos, senão o que somos."
Fernando Pessoa

miércoles, 18 de junio de 2008

"...y tú les das color"

El despertar tenía la misma forma de siempre: siete de la mañana, vueltas en la almohada (por culpa del sol que comenzaba a entrar por la ventana dándole de pleno en la cara). Y se levantaba como si tal cosa, poniendo primero un pie y luego el otro, saliendo al pasillo y soltando un bonjour con legañas a quien quisiera oírle, como si nada. Y se lavaba la cara y se miraba al espejo y no veía que hubiese cambiado gran cosa. Y no pensaba en nada porque era temprano y sólo era de recibo pensar en desayunar, o quizá en esa canción de Serrat…

“Y bueno, pues, un día más, que se va colando
de contrabando
y bueno pues, adiós a ayer
y cada uno a lo que hay que hacer…”

Y empezaba funcionar, a poner en marcha las pequeñas cotidianeidades de bolsillo, a centrarse en el detalle: buscar el cuenco azul y llenarlo de leche con Banania, y desayunar viendo Lyon, y repasar mentalmente lo que había que hacer en el día, pero despacio, no fuese a ser que la mente viajase más allá de las próximas doce horas. Hay veces en las que sólo se puede funcionar con una cabeza miope, es decir, una cabeza que no puede ver más allá de lo que está delante de sus narices.

Y cambiaba la bolsa de basura y bajaba a comprar el pan, pero había que evitar pensar en la cola de la boulangerie, era mejor mirar los bombones, los croissants, las tartaletas de praliné. Era mejor así, si no, corría el riesgo de salir de la boulangerie sin una triste baguette. Y luego, en el ascensor, tampoco tenía que acordarse de nada, había que limitarse a decir bonjour y sonreír al monsieur que sonreía y ponía a su pequeño perro negro y feo contra la pared porque ya sabía que a ella le da miedo. Lo que ocurría es que a veces, sin avisar, comenzaba a tararear en su cabeza esa canción que de pronto se le había ocurrido en la mañana:

“Si le falta usted a un mundo enfermo y con canas, quién va a hacerle la cama y quién
le peinará la frente, y quién
le lavará la cara…”

Y salía a la calle y pasaba al lado de la farmacia de la esquina sin poder evitar mirar de reojo a la farmacéutica de moño estirado y cara agria, esa que debía empeorar los resfriados del pobre señor griposo que fuese a rogarle una aspirina.

Y esquivaba al señor con la cabeza y bigote canos que pide dinero en una cestita a la entrada del metro, pero que casi siempre está hablando con alguien y se le olvida poner la cestita en posición de pedir dinero.

No había por qué alterar las costumbres. Por eso lo suyo era creer que había perdido la tarjeta del metro y rebuscar en el bolso como una posesa hasta que daba con ella aliviada y sorprendida, como si el lugar más remoto en el que una tarjeta del metro pudiera estar fuese el bolso de una. Y bajaba las escaleras y esperaba que llegase ese gusano sobre raíles mientras se preguntaba una vez más por qué las francesas tenían que ir siempre de negro, y pensaba que nadie había preparado a estas chicas para vivir en verano, y de una pregunta pasaba a otra, y a otra, y acababa preguntándose sin querer que querría decir Serrat con eso de
“Tú enciende el sol. Tú tiñe el mar, y tú descorre el velo que oscurece el cielo, y tú, ve a blanquear la espuma y la nube, la nieve y la lana, y tú, conmigo a cantar la mañana.”

Como se había acostumbrado ya al horario francés, digamos que a eso de las 12.30, comenzaba a tener hambre, y repasaba mentalmente los potenciales almuerzos que vivían en el congelador, pero no se iba la maldita canción:

“…y véngase a cocinar el nuevo día.
Todo esta listo, el agua, el sol y el barro, pero si falta usted no habrá milagro”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hombre Alisa ya te echaba de menos.
Estes donde estes :
Tu enciende el sol
y tiñe el mar,
y descorre el velo
que oscurece el cielo,
y ve a blanquear
la espuma y la nube,
la nieve y la lana,
y vete a cantar la mañana.
Y que no falta tu risa
para echarlo a andar.
Y escribe en el blog.